La Tanatología Frente al Sufrimiento Innecesario: Los Cuidados Paliativos como Imperativo Humanista del Siglo XXI
El sábado 25 de octubre de 2025, la Asociación Mexicana de Tanatología, A.C. (AMTAC), organizó con éxito el curso de formación continua titulado "Los Cuidados Paliativos una necesidad del siglo XXI". La jornada fue dirigida por el Dr. Felipe Martínez Arronte, presidente de la AMTAC, quien posee una sólida formación en medicina interna, geriatría y una maestría en cuidados paliativos. El evento se enfocó en la indispensable adopción de un enfoque holístico ante el proceso del morir, una necesidad que se ha intensificado notablemente debido al aumento de enfermedades no transmisibles y al acelerado proceso de envejecimiento de la población.
La ponencia se contextualizó con datos del Atlas Mundial de Cuidados Paliativos. El Dr. Martínez Arronte destacó que, anualmente, 40 millones de personas necesitan cuidados paliativos a nivel global, y que el 78% de estas personas viven en países de ingreso mediano y bajo. A pesar de esta cifra, la cobertura es insuficiente, pues "solo el 14% de las personas que necesitan cuidados paliativos la reciben". Se enfatizó que una asistencia paliativa temprana reduce las hospitalizaciones innecesarias y el uso excesivo de servicios de salud.
El curso se articuló sobre la premisa de que los Cuidados Paliativos mejoran la calidad de vida de los pacientes y sus familias, abordando problemas físicos, psicológicos, sociales o espirituales.
Un punto central de la discusión fue el imperativo de aliviar el sufrimiento, concepto que en tanatología se traduce en la atención del "Dolor Total". Inspirado en el modelo de Cicely Saunders, este concepto exige que el profesional no se aboque "al alivio únicamente del dolor físico, sino lo que ella observaba era hay que atender el dolor emocional, el dolor social, el dolor espiritual".
El Dr. Martínez Arronte abordó dos retos fundamentales en la práctica paliativa: el trabajo del duelo y el Deseo de Adelantar la Muerte (DHD). Desde una perspectiva clínica y científica, se diferenció el DHD de la eutanasia o el suicidio asistido. El deseo de adelantar la muerte se presenta como un indicador de sufrimiento y puede manifestarse como un "grito de ayuda" o la necesidad de expresar el sentimiento de ser una "carga" para los demás. La correlación entre la pérdida de la dignidad y el DHD exige que el acompañamiento profesional se enfoque en recuperar la sensación de control y dignidad del paciente.
Una parte crucial del curso se centró en la Atención de Necesidades Espirituales, señalando que esta dimensión ha sido históricamente excluida o abordada pobremente por el equipo de salud. La espiritualidad, como dimensión natural que es más amplia que la creencia religiosa, incluye la búsqueda de un significado con la vida y la capacidad de trascender. En el acompañamiento, es esencial "estar muy atentos a las necesidades no resueltas, a los miedos y preocupaciones de los pacientes".
Se destacó que la herramienta clave para abordar el sufrimiento es la Escucha Activa, la cual debe ser profunda y empática. El Dr. Martínez Arronte enfatizó que "la persona que mira a los ojos cuando habla con otra persona genera mucha confianza", siendo la conexión a través de la mirada un nivel alto de comunicación.
Conclusiones y Legado Profesional:
El curso concluyó que el proceso del morir en el siglo XXI es una paradoja, pues a pesar de los avances médicos, "demasiadas personas mueren mal porque se prioriza evitar la muerte sobre evitar el sufrimiento innecesario". La solución radica en la integración de un enfoque holístico. Para guiar espiritualmente a alguien, el acompañante debe primero encontrar "un sentido a la vida, una creatividad y una alegría".
El legado de la jornada se resumió en la necesidad de un cambio de paradigma profesional: "No basta con ser un buen profesional de la salud. Hay que ser un profesional de la salud bueno. El profesional bueno te informa y te comunica, te oye pero también te escucha, te atiende y te acompaña". Este estándar ético y metodológico es crucial para la normalización del morir y la muerte como parte de la vida.

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