sábado, 5 de julio de 2008

Duelo por Muerte Masiva provocada por el Hombre.


CUANDO LA GUERRA MATA...
Luis Alfonso Reyes Zubiría*

Un guerra siempre mata. En ella y por ella mueren “los buenos” y mueren “los malos”. Términos estos que se refieren a los que pertenecen a un ejército o a una población, según sean aliados o enemigos de cada quien, y no a la maldad o bondad de los sujetos. Son palabras que carecen de un sentido real y objetivo y que solamente reflejan los conceptos de lo relativo en que solemos movernos.

Porque en realidad, los hombres que mueren en una guerra, todos son, simple y llanamente humanos; tanto unos como otros. Deberíamos, pues, dejar de usar esos vocablos: no ganan los buenos y pierden los malos. Vencen unos Hombres, mueren muchos Hombres. Punto.

Una Guerra es sinónimo, casi, de Duelo. Tanto los que ganan como los que pierden sufrirán el dolor que deja la Muerte, masiva, a veces anónima, siempre sangrienta, que reviste estos aconteceres. Dolor que dura muchos años después de que la Paz pusiera fin a la hostilidad habida. Por ello me voy a referir a una clase de Duelo muy especial: el Duelo por Muerte Masiva causada por el Hombre mismo. Tanatológicamente debemos prepararnos para poder curar el dolor de la Muerte y de la Desesperanza que un combate entre pueblos y naciones trae necesariamente consigo.

Preliminares.

Todo Duelo es doloroso, pero no todo Duelo es igual. Las diferencias vienen, en primer lugar, de lo distinto que reacciona cada persona ante un mismo acontecimiento. Tratándose de una Muerte siempre habrá respuestas diversas dependiendo de la Personalidad, y otros factores, de cada uno de los cercanos sobrevivientes: silencio, llanto callado, actitudes con marcado histerismo, violencia, gritos, golpes, necesidad de acercarse a Dios o, al contrario, manifestaciones de odio hacia El, si el doliente sufre de alguna alteración o enfermedad mental o emocional, la claridad de conciencia de cuál es la situación en que queda afectiva y económicamente, la misma edad ... en fin.

Pero la vivencia del Duelo dependerá mucho también según haya sido esa Muerte. Es muy diferente si se trata de una Muerte lógica y esperada a si no fue ilógica: por ejemplo, no es lo mismo que muera uno de los padres a que muera cualquiera de los hijos; en esta caso la Muerte sería totalmente ilógica ya que lo lógico es que mueran primero los padres. También marcará una distinción si fue Muerte esperada o No esperada: en el primer caso, de alguna manera el sobreviviente se fue preparando, aunque el momento de la defunción lo encuentra quizás agotado y desesperado; en el segundo caso la Muerte no tuvo tiempo de prepararse, ni siquiera pudo sospechar que se acercaba ese acontecimiento doloroso. Entonces, la respuesta del Duelo será más larga y quizás de más dolor.

Tampoco se reacciona igual, tratándose de Muerte No Esperada, cuando se sucede de manera súbita como pasa con un paro cardiaco que cuando sobreviene por otras causas: un accidente que significa una Muerte que pudo ser evitada. O si fue el resultado de un crimen, un asesinato, Muerte que no debió haber sucedido. Mucho más duro será si el Duelo nace por un suicidio, el que trae consigo un sentimiento de rechazo y de autorrechazo. Quizás el peor Duelo aparece cuando se trata de Muerte Masiva, que también diferencia si es provocada por la naturaleza, o si lo fue por el Hombre.

Tratándose de Guerra, siempre será una Muerte Masiva provocada por el Hombre. Adentrémonos pues, un poco aunque sea, a entender este tipo de Duelo tan especial, al que, si trabajamos en los campos de la Tanatología debemos conocer para prepararnos mejor.

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